domingo, 30 de octubre de 2011

Capítulo 8.

-Wow, es precioso Niall –dije.
-Me alegro de que te guste, por cierto, antes se me ha olvidado darte esto –dijo sacando un ramo de rosas rojas.
-Me encantan, gracias –le dije dándole un beso en la mejilla.
-¿Entramos? –me dijo abriéndome la puerta, y todavía rojo por el beso.
-Claro.
-Buenos días, tenemos una mesa reservada a nombre de Niall Horan –le dijo al camarero.
-Sí, pasen por aquí por favor.

Nos llevó hasta una mesa un poco apartada del resto. Niall, como un auténtico caballero, aparto la silla de la mesa y me hizo un gesto para que me sentara. Después nos pusimos a mirar la carta.

-¿Qué vas a pedir Niall? –le dije.
-Pues no lo sé, ¿quieres que compartamos un primer plato y luego cada uno un segundo?
-Vale. De primero, ¿te apetece la ensalada de cangrejo?
-¡Sí! Te iba a decir justo esa, porque tiene buena pinta. Y yo de segundo… Entrecot a la parrilla con guarnición.
-Yo tomaré Salmón a la brasa con salsa de eneldo y mostaza, así probamos carne y pescado –le dije sonriendo.

Llamó al camarero y le pidió lo que habíamos dicho.

-Oye, ¿has subido alguna vez al London Eye, en la última de las vueltas?
-No –dije riéndome- te recuerdo que es la primera vez que vengo a Londres.
-Es verdad, no me acordaba, qué tonto. Pues luego vamos, te va a encantar.

Al de nada, nos trajeron la ensalada. Estuvimos hablando sobre lo que hacía yo en España, sobre lo que hacía en él Irlanda, aquí con los chicos… Terminamos de comer y le pedimos la cuenta al camarero. Niall sacó la cartera y fue a pagar pero no le deje.

-No te creas que vas a pagar toda la cuenta Niall Horan. Yo pago mi parte.
-Ni se te ocurra, invito yo.
-¡Niall, que no!
-¡Emma, que sí!
-¡Que no!

De repente me abrazó por detrás y me dijo al oído:

-Solo con tu presencia y tu compañía me pagas. No me hace falta más, así que esta comida la pago yo.
-Eres encantador Niall Horan. Pero sólo por esta vez –le dije dándole un beso en la mejilla.

Niall pagó y nos fuimos a dar una vuelta. Cerca del restaurante encontramos un parque en el que no había gente, y nos sentamos en la hierba. Niall se tumbó y yo me tumbé a su lado, mirándole. De repente se dio cuenta de que le estaba mirando.

-¿Qué miras, lo feo que soy?
-No, lo tonto que eres al decir que eres feo.
-¿Con que crees que soy tonto? Ya verás –me dijo, y empezó a hacerme cosquillas. Tenía muchas y no paraba de reírme.
-Niall para, por favor que me meo –le dije riéndome y retorciéndome.
-Vale, está bien –se paró, y su cara y la mía se quedaron a varios centímetros. Ninguno de los dos sabía qué hacer, así que él se apartó y se volvió a tumbar mirándome -Lo lo… lo siento.
-No tienes que pedirme perdón Niall –le dije acercándome cada vez más a su cara. Nos quedamos otra vez como antes, a pocos centímetros de distancia.

Entonces supe que ese era el momento, el momento que había estado esperando desde hacía mucho tiempo. Le besé, un beso dulce y suave. Cerré los ojos y me dejé llevar. Cuando los volví a abrir, allí estaba él, con su sonrisa más esplendida que nunca.

-Me acabas de hacer el hombre más feliz de todo el planeta. Llevaba esperando este momento desde ayer, desde que te conocí. Tengo que confesarte que fue amor a primera vista, que cada vez que te conocía más, me enamoraba más de ti. Pero pensé que era demasiado pronto, y que tú no me correspondías…
-Niall… La primera vez que te vi aparecer en el programa, mi corazón dio un vuelco. Nunca pensé que encontraría a alguien tan perfecto. Por muchos que tu digas que eres feo, para mi eres la persona más bella que he conocido. Me encanta tu sonrisa, porque me transmite alegría. A tu lado me siento segura, sé que no me va a pasar nada. Tus ojos me llevan hasta el fin del mundo. Y tus abrazos, me hacen sentirme querida.
No pensé que te llegaría a conocer, pero lo he hecho y eres tal y como te había imaginado desde la pantalla de mi ordenador. Simpático, gracioso, inteligente, amigo de tus amigos. Niall, sé que la perfección no existe, pero tú eres la mía.
-No sé cómo puede existir una persona tan maravillosa como tú. Me haces reír, me haces soñar, compartes mis gustos… Sinceramente, ahora creo que el mundo es un poco menos malo porque existes. Y no quiero una vida en la que tú no estés a mi lado.
-Te quiero.
-No dudes nunca que yo también –me dijo y me besó, más intensamente que antes. Nadie me hacía sentir lo mismo que él.

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